lunes, 29 de octubre de 2012

Al respirar

He decidido escribirte hoy, ¿Por qué hoy? No lo sé. Quizás porque he encontrado mensajes que nos mandábamos hace años, conversaciones infinitas que me han hecho revivir momentos que nunca he olvidado. Y además he vuelto a ver Milion Dollar Baby. Pero he llorado menos, sólo durante 20 minutos. Me he tenido que consolar sola, porque Compidepiso no está, tú tampoco y sólo está un muñeco de Toy Story 3 que me mira con cara de "¿No eres un poco mayorcita para tenerme adornando tu salón?".

Hace poco una amiga me dijo que la vida era como un autobús, que algunos empezaban contigo el recorrido, luego se bajaban, mientras otros subían y que, a lo mejor, volvía a ver en la parada a antiguos viajantes. La verdad es que la metáfora es un poco mierder y cuando me la contó me reí bastante, pero pensando un poco en ella me doy cuenta de que a veces noto tu asiento vacío y es normal, porque estaba personalizado, con tu nombre, un cojín y un agujerito para enchufar los cascos.

Siempre he sentido que no fui capaz de decirte lo necesario que eres. En todo momento era consciente de ello y quizás no te lo dije lo suficiente. Además te hice daño. Yo, ¿sabes? Que pido perdón cuando estornudo. Más de una disculpa te mereces. Y más de un "te quiero", la verdad. Y más de un coito.

Así que vamos a dejarlo en que has formado parte del mejor capítulo de mi vida.





A ver, que no tengo derecho de echarte de menos. O sea, sí. Pero no, ¿sabes? Bueno, pues eso.